viernes, 29 de junio de 2012

Carta número 15

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                                                                      Esta foto la sacó Ayelén Rodríguez el 26 de junio. 10 años.

Después de diez años asesinado, vino a buscarte Darío. Vino a enseñarte el nuevo mapa de trabajo, lo traía temblando entre las manos como un barco que está a punto de anclar. Necesitarás tres vidas para ver el puente de cemento con que están techando el mundo convertido en arcoiris. No espero estar vivo para cuando las cosas cambien, te escuché decir un día, porque en cada una de nuestras manos se trenzan manos invisibles. Y te reíste, irreal, del pasado, ficticio, de futuro.
Darío entró a casa con el disparo en la espalda, el ojo de un pájaro desde donde se levanta la cruz de su barrio. La bandera chorreaba desde adentro, un puente con el color de la tarde que se apaga cercano a Buenos Aires. Era su último día en la tierra y sangraba en casa con  tranquilidad, a la espera de que vos vinieras, le tomè las manos, las manos que nos dan de beber la misa de nuestros pecados por èl santificados, su sonrisa, en el último instante infinito, era la tuya el día en que sentaste a Rogelio a upa, aquella tarde de invierno meado hasta la cabeza, como siempre, y le besaste los dedos sucios para que dejara de llorar.
Tiré de la bandera y comenzaron a brotar uno, dos, trescientos hombres, cuatro, cinco, seis calles repletas de codos. Venían calzados y descalzos, venían con ladrillos para levantar el sueño pretérito de a quienes les han quitado la posibilidad de ser niños, a cumplir con lo remoto y prometido. 
La vida ha pasado desde entonces en la pausada esperanza del trabajo, en la frenética costura del amanecer. La naturaleza se despeñaba naturalmente en el mañana, me detuve a observar a la paloma sentada sobre el nido que da a la ventana mientras el palomo le colocaba ramitas por debajo en silencio como preguntándole si está haciendo bien las cosas, el jazmín perdió las flores de vapor, descubrí que son las raíces por donde crecen las nubes, uno de los perros se fue y como nuestro compañero, quizá vuelva en años. 
Quieren arrojar a Darío hacia el foso negro de panteras que rugen de olvido. Se lo quieren llevar y nosotros nos colgamos de sus ropas alargadas por los niños que no nacieron aún pero ya hicieron de su remera pétalos de barro. Yo lo he visto ponerseme a la par en ocasiòn de una tarde, suele caminar por las calles donde la convicción levanta barriletes prohibidos y la política es una proyección microcrepuscular de paraísos desnudos. 
Quiza haya muerto un hombre. Su eco grita y en busca de una noche, sus caballos despellejados de ternura se levantan sangrando de alegría, Darío sujeta las riendas de la angustia planificada por domadores mimetizados, domesticadores de falsas convicciones. Nosotros lo sentimos gritar en la piel, antes que los perros azules laman la suela de sus propias botas, para volver a pisar la hierba que levantamos con el agua traída de bosques convertidos en desiertos. 
El olvido se encuentra detrás de las puertas que golpeamos, de cementerios ministeriales donde la escuela del silencio carga con tizas invisibles su fusil de funcionarios. Su amor por el violeta no les permite asumir el dolor en las rodillas de un país al que se le siguen cargando muertos. Y no es el violeta del atardecer. Cuervos podridos vuelan dentro del estómago de sus esqueletos. Y en la calle los colectivos pasan cargados de olvido.
No conocí a Darío, pero lo extraño y así lo multiplico. Parece que en política existe la ignorancia y la torpeza. Que la ignorancia corresponde a quienes hacen de la acción una mera locución, y la torpeza a quienes por el ejercicio de la acción se realizan en la ceremonia invisible de la entrega, porque es necesario descender con flores a los infiernos para afinar la voz desde los aullidos de silencio. 
Sí, no es sencilla la tarea de arriesgarse a cambiar de cabeza, comulgar en el desafío de sembrar la tierra con el pulso de las manos que no partieron el pan en nuestra mesa, nuestra mesa estaba limpia y aquí ya se dormía en pisos de tierra, aquí te quiero ver, me dijo una vez, soplaba el viento, su barba era una copa de árbol donde maduran los pájaros, en este patio de basura y poxirán donde se juntan maderitas para cocinar y alumbrar la luna, deja ya de rodar por el asfalto tu cabeza que habla sola y ponla a los pies de los cuerpos que habitan otro planeta en este planeta, deja de hablar, desciende, ven y verás que es como romper la piedra con los dientes, la impunidad del plomo que acecha la blancura de la sangre, guarda silencio y comparte tu pan. En vano, una cruz se levantaba lejos.
Darío vino a buscarte dspués de diez años asesinado. Vino a buscarte para enseñarte el nuevo mapa de trabajo, lo traía temblando entre las manos como un barco que está a punto de anclar. Somos los hombres y mujeres que descienden de su sangre. Ya estamos aquí. Traemos un puente de cemento con que están techando el mundo convertido en arcoiris. Lo guardaré en un sobre para cuando vuelvas, como tu cuerpo al fondo de mi cama a calentarme los pies, como palomas de pan, al pan. 

                                                                                                              Ana.

viernes, 22 de junio de 2012

Carta número 14






Fue un 21 de junio, último día en que el sol de tu escenario me atravesó la mano como un disparo. Estábamos acostados entre el labio superior del sueño y el labio inferior de la vigilia y llevaste mi mano derecha hacia tu ombligo donde hasta ayer lavaba la cara de mi niño y humedecía los paisajes que anduve con él a caballo. Pero desde hace días dejaste escapar el ángel de las tormentas y los otoños se espejaron, te encerraste en ellos mientras un torbellino de pasión arrancado de tu voz me tomó del pelo y comenzó a golpearme contra las casas, los árboles, por enamorada y feliz, caí en la torpeza, ya iba a pasar, pero parece que no hay tiempo. Tiempo. Los árboles y los espejos no saben del tiempo.
Si alguna vez colocás un espejo junto a otro espejo podrás ver un perro (los espejos sueñan perros que luego se despiertan que no existen). Dentro del segundo espejo y enfrentado al primero, el perro se mira a sí mismo; aterrorizado de caer en el amor, lo verás correr asustado, pisarse la lengua, lamerse en su charco de ego. Porque a cada momento decís que sos justo. ¿Sabés que es la justicia? Una de las tres caras de la moneda. Para atribuirse el don de ser justo es necesesaria la humildad, una vez que esta es dada, no es posible atribuirse estar en el lugar de la espada. La tercer cara es la sinceridad. Y la sinceridad es un juego dominó donde si la primer palabra no es verdadera todas las demás se caen espalda con espalda. Sin esto, la justicia se reduce a un conjunto de normas o leyes para regular conductas. Quienes creen portarla, pierden registro del otro, porque quien no lleve esta moneda de tres caras bajo el ala confundirá la libertad con el olvido. Es muy sencillo, el olvido está antes de vos y la libertad en los dos. O después de vos.
No me quedo sola, tengo mis seis perros para ladrar al silencio de tu fantasma desnudo que se enfría en nuestro nido, no tengo apuro, el tiempo no se refleja en los espejos. El amor pasa, los perros quedan. Quien se mire en un espejo observará el mundo que se esconde detrás. Temiste a esto y preferiste continuar mirando desde el terciopelo de tu ombligo. Mirá, cuando las personas creen que son todo el tiempo justas, no pueden ver su perro ¿sabías que en su sombra el perro tiene que trabajar la estructura en los sentimientos? 
Los espejos fascinaron a pueblos primitivos y se utilizan actualmente tanto para las plantas de energía solar como para los telescopios. Los hay planos, esféricos y parabólicos y se pueden utilizar tanto técnica como cotidianamente, está el espejo retrovisor que alumbra hacia atrás y el espejo solar que es orientable y agrupa los rayos solares en un punto, y finalmente el espejo ustorio, que se usa para concentrar altas temperaturas. Como verás, el espejo es muy maleable. Pero no para el perro de tu piel. Tu piel no me dejó entrar con este mundo que se refleja a punto de quebrarse de alegría, te mostré una sombra y la confundiste con un tormenta. La sombra infernada de un labio sobre otro labio y un abrazo bajo el brazo donde crece el trigal. Mi amor tenía hambre y vos te guardaste el pan en el bolsillo. Cada cual hace su pan y las personas son lo que hacemos con ellas. Los ojos, son las manos que tenemos para el barro del amor. Como el niño de la foto, quizá que esté loca, no puedo simular, esconder, tragarme nada, las personas hacemos lo que nos es posible incluso cuando lo hacemos mal. 
Nunca te pedí la palabra siempre. Porque siempre es ayer. Lo entiendo eternamente. Por eso nunca te pedí un pueblo que no estuviera en el camino que habíamos comenzado a andar juntos. Fuiste el espejo con que caminaba de niña dentro de la casa, caminaba por los techos sorprendida.  
Anoche, en medio de un sueño, me despertó un ardor. Un rocío ardiente despertó en mi estómago. Vertía baldes de mi agua en un pozo ciego, en un momento, comprobé que el último no era como los demás. Asomé la mirada al eco de la última gota e interpreté un ojo de gato, un rasguido plateado como la única moneda en el sombrero de un saxofonista en un subte. Pensé "es el pozo de mi sangre." Ciega de oscuridad, al balde de sangre arrojado se sumaba desde el fondo una leve pulsación de cuerdas. Tiré una soga y caminé de espaldas sobre las paredes esponjosas y rancias. Los perros colgaban sus orejas desde arriba y lagrimeaban por verme caer, el cielo se transformaba en un luna celeste con pequeñas pestañas blancas, hilachas de nube. Un niño dormía en posición de recién haber nacido. Nunca he visto un niño tan feliz como aquel. Sobre su nacimiento acababa de vertir un balde de mi sangre. Un balde de mi sangre en tu pozo ciego donde yo había puesto a dormir a mi niño. Tenía la sonrisa de quien habla con los peces entre plantas acuáticas o sube a un caballo por primera vez y los perros lo acompañan al trote ladrándole que se baje, y un orificio pequeño en cada mejilla como una manzana. El agua que cubría la mitad de su cuerpo aún estaba roja de sangre y bajo su brazo izquierdo, dormía con él una guitarra. Lo más llamativo fueron los dos espejos que tenía en cada planta del pié. Lo levanté en su propio silencio y lo até a la segunda soga que llevaba en la cintura pero cuando comenzamos a subir, un perro colorado colgaba de su pie izquierdo. Y yo debía salvar a mi niño, siempre hay que salvar al niño que duerme dentro en los momentos que corre peligro.
En tu ausencia contesté mis preguntas. El amor tiene vida propia pero sólo las personas somos capaces de darle muerte. No pude hacer reír a los conejos encerrados en la veterinaria debajo de tu casa, soñaba con darles de comer flores con la mano de tu mirada desde el otro lado del vidrio, en la ansiedad de la noche mientras esperaba me abras la puerta.
Creo te dije que te dormiste en tu belleza, en tu belleza de polvo, no puedo navegar sobre la arena que tiende tu respirar porque los remos se vuelven muy pesados. Y cuando te despeine el viento que brota de los álamos mi mano estará lejos para peinarte despacio. “Pobre la princesa azul, pobre la preciosa dama azul” que de tanto esconderse en su propio azul del mar se perdió de llegar a nado a la isla tomada de esta mano. Idea Vilariño escribió algo que te lo regalo con el mas fuerte abrazo. “Ya no será, ya no, no viviremos juntos, no criaré a tu hijo, no coseré tu ropa, no te tendré de noche, no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui, por qué me amaron otros. No llegaré a saber, por qué ni cómo nunca, ni si era de verdad lo que dijiste que era, ni quién fuiste, ni qué fui para ti, ni cómo hubiera sido, vivir juntos, querernos, esperarnos, estar. Ya no soy más que yo, para siempre y tú, ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro, no sabré dónde vives, con quién, ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche. Nunca. No volverá a tocarte. No te veré morir”. 
Acortaré el camino que no pudimos andar juntos. Me quedan dos ruedas de una bicicleta desarmada a medio pintar y un zapallo calabaza partido al medio para rellenar. Las gallinas estarán muy felices de comer las nueces que pelàbamos al sol. El amor está hecho de lenguajes mudos, frágiles estrellas y también de lo inmensamente terrible. No me enamoro de mis sentimientos ante lo cual, no me enamoraré de tí en mí, con el tiempo he aprendido a desconfiar de mis sentimientos. Me tengo nuevamente a mi, sin ti, el mar golpea en los ojos con tus caricias, su sal y sus peces. Hay un monstruo por derrotar en el estómago del amor y es el capitalismo, el individualismo, la infidelidad, y no puedo descansar, vagaré eternamente en paisajes de humedad donde crecen las flores que invitan a deshojar los colibríes, la espada, sonrisa a sonrisa, no voy a decepcionarme del mundo antes de haber nacido, me voy.  Tengo que salvar al niño. 

                                                                                                                                                  Ana.

P.D: Guardaré en el corazón una estrella de dos puntas, la encontré ayer, se le caído a Dios del bolsillo de su pollera y es la letra M.

viernes, 15 de junio de 2012

Carta número 13


Algo debemos haber hecho mal con los niños si cuando se hacen hombres salen a beber agua de los ríos artificiales de los cabaré. En algún bañado sin sangre debemos haberlos bendecido, es muy difícil saberlo, pero algo mal debemos haber hecho. Al nacer, cada niño del mundo debería pasar por los ojos de tu compañera Paula, la hija del gordo Jaime.

Fue en la última charla antes de tu viaje, alumbrábamos con los ombligos la pieza de tu casa, pasamos el último domingo entre velas seleccionando canciones y nombraste algo, no recuerdo bien pero hiciste un paralelismo entre ir al zoológico e ir al cabaré, la virilidad del hombre por dominar la naturaleza (el amor a la madre) semejante a imponerse sobre cualquier mujer, de la conversión del amor en desprecio, autoridad, del machismo como un retorcimiento del ombligo que une a los hombres a la madre, una  distorsión de la maternidad, el resultado de no haber resuelto el desapego. Hablabas de los hombres que coleccionan  vaginas y las cuelgan en los oídos de sus amigos como extensas paredes sin fondo desde donde del otro lado golpea el hombre que no dejan salir. También allí, al agujero que esconden dentro suyo, arrojan a las mujeres que ejercen la libertad, ellas hacen el amor con su verdadero hombre, ¿cuándo tendremos imaginación para poner plumas a las mariposas u oír una alondra y remontar un elefante? En más de una ocasión, estas palabras tuyas asoman sus piernas desde mi garganta, se suben las medias, se sientan en mis labios, sonríen, estás conmigo cuando ellas se peinan.    
Se escucha a menudo, las mujeres están en el cabaré porque les gusta. Quitar a un lado lo emocional es fácil cuando los sentimientos puestos en juego no son los de uno. Aquí cada cual duele por su lado y así tratamos al mundo. Creo que la explotación se reproduce en la materia pero antes en el orden de las ideas y la conciencia… disculpá estos riesgos pero el problema consiste en negar en lugar de intentar comprender, y se niega lo que no se siente, intentar comprender porqué la fatalidad del hombre es el miedo, el miedo que genera correrse dos pasos para que el otro pueda abrir las alas y entender los motivos de su vuelo. Mirá esta palabra, con-ciencia. Con ciencia no se ha llegado a mucho. Hombres y mujeres que desconocían la lectoescritura han ido más lejos que la Biblia, incluso comunista. ¿La conciencia existe? ¿Quién puede asumir que se encuentra en ella? Hombres sordos para dolores mudos. Los haría parir por el pene, les deseo un aborto por el pene con agujas de igualdad. Irán al cabaré en una de sus noches sin estrellas, se encontrarán con su mamá o con su hermana, se encerrarán con su compañera de trabajo y ejercerán su hombre como si nada pasara en el cuarto contiguo. Sexo drogas y rocanrol, un tierno slogan para que los adolescentes socorran los silencios del corazón. Sí. Es el pánico al lobo del amor. Sí. Es el colonialismo político que nos han clavado dentro. Pero el viento de las mujeres barrerá con sus banderas. Ocurre que por reducir la problematización a lo visible se diluyen los elementos no materiales de los fenómenos sociales. Los fenómenos sociales. ¿Porqué no se van a la re puto que los reparió? Hijos de puto. Amo este insulto.

Existe una frase en uno de los muros del compañerismo que leí noches atrás, “el hombre nuevo no va de putas”. Supe por Federico que nunca entraste a uno, los motivos los explica el crecimiento de la ternura en tus manos y la vergüenza eterna del beso en la mejilla. El relato de tu primer beso en la capilla de la escuela donde te llevaron engañado me humedece en tu pasado, ¿a quién le diste un beso Ernesto si con lo tímido que sos encima enamorado tartamudeás, tus palabras son tus trampas, incluso al escribír cartas tropezás? ¿a la virgen? Perdoná que me ría, también las mujeres se rieron cuando descubrieron que la liberación material del marxismo pasaba sólo por reducir la explotación de la mujer a la lucha de clases pero luego de “liberadas” de las cadenas materiales evidenciaron que con esto no alcanzaba, porque incluso el lenguaje con que eran nombradas era masculino, fundaron los estudios de la mujer, luego los estudios culturales (¿se llamaban así?, no recuerdo, no viene al caso, muy lejos está la precisión conceptual de la maquinaria para labrar la libertad. Porque una cosa es la ideología y otra muy distinta es la lucha. Hablar-leer-hablar, la prostituta tríada que aletarga el tiempo descansa en almohadas de palabras y cómodos sillones de papel de libros. Siento hemorragias en cada esquina del cuerpo cuando pienso en esto, perdón nuevamente).
El viernes me llamó Juliana para ir a grabar unos separadores a Nini por el día de la madre boliviana. Estaba a punto de salir para Malvinas porque Claudio me escribió que quería saber qué significaba una palabra y a armar un bloque del programa que comenzaremos este lunes con Dante y se llamará Ensalada Mixta, a Dante se le ocurrió dada la violencia desbocada en el barrio las últimas semanas, hacer un bloque sobre discriminación, un bloque donde quienes lo escuchen puedan pensarse un momento frente al otro, en el aire de la radio al menos, respirando el mismo aire. Al ratito que corté con Juliana me escribió Aleja, a ver si al otro día iba a estar la radio abierta en la jornada del barrio Malvinas (sabés que me fui a vivir cerca del barrio para poder ir cada día y tener un patio para los perros, me queda muy lejos del trabajo pero muy cerca de mis expectativas), yo recién salía de la Mesa del MTD y me caía esto en la cabeza. No se puede explicar la experiencia de armar un medio de comunicación en un asentamiento en el marco de una organización, cuando escriba el libro, se llamará “La Embarriada, una radio comunitaria entre las necesidades sociales y las expectativas políticas.”
Todas las semanas es así, ¿cómo salís?, si cuando salís a buscarlo a Claudio lo encontrás con cara de negro santo a quien se le ha acabado el pan para compartir y continúan golpeándole la puerta, sentado sobre un balde bajo el cielo opaco del otoño en un barrio olvidado dentro de una de las aulas en construcción que están levantando los compañeros y compañeras del Bachillerato. ¿Qué quiere decir “exhumar” Ana?, me preguntó, Nos encontramos con Aarón y estuvimos en casa hasta las cinco a esperar a que llegara la hora de ir a Nini. Claudio revisaba el diccionario saltando de una palabra a la otra, su palabra era para una de sus canciones que desentierra como puede. Exhumar.
Ah, me olvidaba, el lunes estuvo un compañero de venezuela, Héctor, recorrimos el barro en silencio, tomaba nota de cada cosa, dato, imagen y luego de conversar preguntó cómo es posible que tan cerca del centro el paisaje en los barrios de la Plata se empalme con el África. Las lágrimas no lloran. Mirá, en mi trabajo por ejemplo, la agenda informativa es impuesta por la tele y los diarios. Pero hay otros diarios que se escriben a nuestros pies y son estos que te escribo. Hay mucha ceguera, saber significa angustiarse y sentir quedarse solo. Por eso respeto a las personas que hablan del trabajo realizado y no que discuten con los grandes temas como si fuesen ministros. Los hay de la izquierda, de la derecha y de ningún lado. Los escucho y siento un vacío similar al desprecio. ¿Está mal? Díme con qué sujeto político trabajas y te diré en qué mundo quieres vivir. No me molestan los discursos, lo que quiero es ver su referente empírico, porque si el sujeto del discurso es el discurso mismo, caemos en la recursividad y de aquí a la reproducción no hay distancia. Y en las universidades los fenomenológicos sociales coleccionan papeles. Por esto a mis niños no voy a darles una tele sin que me la pidan de la misma manera que no se las voy a negar cuando lo hagan, una y otra posición son lo mismo. Cuando me la pidan les diré “aquí está”. Y conversaremos. ¿De qué sirve estar informado cuando estarlo o no estarlo puede significar lo mismo, o sea no participar? Desde que se confunde estar informado con participar la pobreza crece al ritmo de la información. A mayor información, menos participación, a menos organización, mayor pobreza.
Así, en treinta años de peronismo y radicalismo, la realidad de muchas personas continúa detenida en un parto a medio camino, como un niño que queda atorado por el cuello y la madre que somos todos le aprieta el cuello con su vagina para que no respire y de pronto, quienes pasan y miran cómo muere, se despiertan de que aquel niño era también su niño. Quisiera a quienes dicen paciencia ponerlos en este lugar, tendríamos entonces por un lado a quienes se encuentran con su madre en el cabaret y seguirían con la idea de que la mujeres están allí por que les gusta, dándose la mano con quienes tienen paciencia después de levantarse cada día de su vida durante varias vidas en un asentamiento.
Bueno, fuimos a Nini con Arón y Claudio, yo pensando en vos, hicimos un pequeño taller donde los ejes que pudimos sacar del pozo fueron el valor de la mujer, tierras fiscales, cómo resolver la inseguridad sin llamar a la policía y el transporte. Les tocamos en el charango la canción “Cuando nace la amapola” de Williams Centellas, y que piensen en mamá. Mirá cómo trabajan las coincidencias con los desencuentros que una de las mujeres cuando llegamos estaba leyendo un texto de Jorge Huergo, acerca de prácticas, y pudimos articularlo con lo que íbamos conversando, sintiendo y pensando acerca del valor de la organización. Jorge no está con nosotros, de las personas hay que saber tomar lo bueno porque aquí, nadie se puede comer entero. Extraño mucho a Jorge y las luces que encendía en cada clase cuando estaba de ayudante, luego me puso al frente de una comisión, me dio una oportunidad y la perdí pero él va conmigo, no creo lo sepa, varias veces le dije, sus clases parecían una misa donde cada palabra era bendecida con el bálsamo de quien estuvo largo tiempo en el silencio de la escucha. Le debo a Jorge más de un pensamiento.
Salimos de Nini a las nueve de la noche, debía levantarme a las siete a editar los audios siq pretendía llegar a la una del mediodía, uno también tiene eso que le dicen vida y esa noche me acosté tarde. Pero tuve que ir a la radio de Malvinas a las ocho a buscar un cable que me faltaba, allí encontré unas sesenta personas convidándose piedras y tiros, echaron incluso a la policía que regresó una hora mas tarde disparando balas de goma como estrategia para calmar las cosas y se fueron. El mundo del otro no existe cuando uno no está en él. Edité lo que pude cuando volví a casa, Meli dormía, a la una pasaron las compañeras a buscar los audios y a las tres teníamos la radio, otra vez, era sábado y el tiempo corría a contramano de los sueños, quedaba el domingo para ver a mis hermanos o irme al río con los perros a lavarme los pies en el alma, porque llegaría el lunes y después del trabajo debíamos ir al Ministerio de Desarrollo a cortar la calle pidiendo levanten el recorte de los PTA, los Proyectos de Trabajo Autogestivo que sirven como refuerzo salarial a los sueldos enanos de las cooperativas y también para sostener proyectos con jóvenes en los barrios tales como el de la radio en un intento porque no pasen estas cosas. Lee esto. Desde las oficinas del ministerio nos tiraron yogur, un huevo, habíamos mujeres con niños a la espera de una respuesta y estas cosas que a muchos les sobran caían desde el cielo del desprecio, hombres o mujeres sentados en una oficina relativamente cómoda habitada por computadoras arrojándonos comida, el flaco Guillermo gritaba que “si van a tirar un huevo, al menos lo tiren duro”, la verdad no sé cómo escribir lo que patea adentro, vos sabés que papá fue presidente del bloque de legisladores y yo podría estar del otro lado. Pero una mujer no es un cargo y un sueldo bien pago no alcanza para llegar a fin de mes con los sueños, y de ahí a darme cuenta que el taller de formación sobre recursos, minería e YPF que tenemos armado hace dos meses no lo podemos hacer porque la asamblea está bastante abajo, ahora dos semanas seguidas que estalla la violencia en el barrio como una granada en la cara roja del corazón y a ver cómo generamos escenarios donde la gente se encuentre y reconozca entre sí, además de sostener la radio día tras día, participar de las instancias orgánicas con compañeras y compañeros que tienen los ovarios mas grandes que testículos (porque no tenemos huevos, tenemos compañeros y compañeras), en fín, son las seis de la mañana y me desveló tu sonrisa, sentía alguien tocaba mi mano, esa sonrisa que yo sé, vos sonreís harto de tanta pena, es una gimnasia que lograste, el estar bien, en un intento por estar bien, te extraño guachito mío, esta foto de Rogelio es de una tarde en Mansión Obrera hace unos seis años, estuve con Hugo, Sergio y Wichi en el último corte y me dijeron que está bien. 

                                                                              Anita.


miércoles, 6 de junio de 2012

Carta de Ana número 12





En vacaciones escapé con un niño, mi sobrino Nicolàs. Recordándote bajé hacia el sur, subí a la niñez, estaba la invitaciòn de algunos amigos de viajar a Uruguay y a Colombia pero regresé al paisaje de la ternura. En el viaje encontré a mi niña de hace veinte años atrás sentada frente a esta mujer que te escribe y ahora, que tengo unos cuantos recuerdos más, mi vida es mas larga.
Ocurrió que te buscaba y no podía llegar, creí que al partir hacia el reflejo azul de los espejos duplicaría los caminos que sólo es posible abrir con el hacha del alma. 
El viaje con Nicolás fue un viaje al interior de mí misma. Un niño se paraba desde mi sangre. Cuesta tanto embarazarse de lo inhabitual, parir un pájaro fatal que al quedar prendido del ombligo nos saque a pastar con las preguntas y corderos que nos asaltaban a orillas de la cama. 
Era de noche cuando atravesamos tres arroyos y dos esperanzas, pero desde hacía varias mañanas vos habías dado con el mar del olvido. Nico dormía, fue haciéndolo de a seiscientos kilómetros, dormía con la cabeza recostada y me babeaba la falda. Descubrí que de los niños brota el agua y el amor comienza en el instante infinito con que se puebla cada hora incluso de silencio.  
Salí de La Plata con los seis perros y la única gallina que me quedó más su gallo para dejarlos en Juárez; aunque no me creas, ella puso un huevo de ida, él de regreso a la altura de Brandsen amaneció cantando. 
Preguntarle a un niño dónde quiere ir es amigarse con uno, salir en la noche cuando es invierno a silbar al primer perro que perdimos, abrir la mano y despertar un arroyo entre los dedos hirviente de peces amarillos, oír el primer cuento leído en las costas de agua dulce tapados hasta el cuello por los labios de mamá, de regreso, sentirse una luchadora de futuros vencidos, pasados derrotados.
Leíamos cuentos dentro de la carpa perdidos en la montaña. Nico me pedía que le haga “cosillas”, y pasábamos largos tramos en el auto haciéndonos cosquillas. Fue muy lento el viaje, vos sabés que el 404 no camina más de ochenta, es difícil detenerse a oler las flores cuando se viaja apurado. Hicimos mil seiscientos kilómetros, podés darte una idea Ernesto de dónde hubiésemos llegado si tuviera un auto. El enano se encargaba de tocar bocina, cada tres montes, hay un Gauchito Gil sembrado. ¿Viste Nico que no pasamos un auto en todo el viaje?, pero somos los primeros, contestó.
Me preguntabas cómo estuvo la vuelta. De regreso nos detuvimos en un pequeño santuario de la Difunta Correa. Colgaban los rosarios como telas de araña y un viento frío agitaba los pequeños cristales, lo cual entristecía las ya tristes caras de los santos. Nos acercamos con el silencio de una vela hasta la figura de la mujer que amamanta una criatura sin rostro. Frente a ella, un gaucho de rodillas murmuraba dolores, parecía mas bien que había perdido el camino montado en su caballo y contaba piedras en voz baja en busca de un rastro irrecuperable. Nico se acercó a la figura de la difunta con su niño y preguntó si el que estaba tomando la teta era el gauchito Gil, el gaucho dejó de contar piedras, nosotros nos subimos al auto y yo me quedé riéndo un tramo largo.
Dijiste alguna vez que para nadar hacia lo profundo de un vivir intenso es necesario no ser ordenado. Jugábamos al ajedrez aquella madrugada, los reyes eran pordioseros y los caballos tiraban carros de cartón detrás de la ventana, salimos a la calle a comprar vino y chocolate. Diez días de lluvia sucedieron al día en que nos conocimos. Dentro mío late la tierra donde se entierran los ángeles; cada vez que uno muere, llueve, aquella última mañana en que salimos a navegar por las calles de la humedad bajo el paraguas, el sonido de la lluvia en la tela era similar al freír, algo se estaba cocinando entre nosotros pero lo dejaste enfriar.
Mirame la nariz Ernesto, acercate un poco mas, un poco más, otro poquitito. Que calor hace en otoño. A cada hoja que cae crece tu abrigo, son las plumas del ángel fallecido donde cargo la tinta con que escribiré las palabras por venir. Tengo un barrilete, permiso, ¿puedo? Juntemos nuestro aire e inflemos la piñata de a dos. Llamemos a los niños que fuimos para que la revienten con los dientes de leche de esta historia que no acaba de nacer, en su interior, se esconde un perro y un espejo. Juntemos las manos como estrellas que ya el frío despunta su blanco infinito en las noches de lobos perdidos que siguen tu olor, la luna se enciende detrás de tu oreja. De la misma manera que para aprender a hablar las personas pasamos algunos años callados, guardo silencio a la espera de tu música. Sabés que el pequeño instrumento que toco de diez cuerdas es agudo  y se templa de acuerdo al color de tus medias y al ritmo de las tardes cuando salíamos de la mano a andar en bicicleta. 
Este sábado nueve de junio Nicolás festeja sus nueve. El año pasado dijo que le gustaría le regale "un libro que se escribe". No lo conseguí, no existe. 
Ernesto, mi negro jetón, al revisar la biblioteca de Juárez encontré un libro de cuentos del Centro Editor de América Latina cuyo título es Las trampas del Curupí (sus trampas me hacen acordar a tu cama). Del cuento Anguyá el invisible extraje la imagen que te pego arriba. Me los leía mamá en la cama cuando tenía unos cinco o seis años y junto al libro “Pocopán” eran mis preferidos. Los viajes siempre empiezan en casa. Te besa y recuerda igual a un paisaje perdido,

                                                                                                                                          Ana.